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jueves, 8 de noviembre de 2012

EN VERSIÓN ORIGINAL, PLEASE.


Huelgas de estudiantes y profesores en pos de una lucha contra recortes y reformas educativas. En pos de una enseñanza de nivel. En pos de salir del analfabetismo mundial en el que nos hallamos metidos.

Un analfabetismo mundial que tiene su raíz décadas atrás. Puede que se diera el pistoletazo de salida allá por la década de los 40, cuando en nuestro país nuestros padres languidecían en los patios del colegio y era más importante saltar la comba del hambre y que no te cogiera el “pilla-pilla” de la miseria inmiserable que se vivía por aquel entonces que entrar al aula de la vida. En cuanto alguno se despistaba acababa arrimando el hombro para llevar a casa un par de perras gordas, o en la mayoría de los casos mucho menos, y se dejaba de oír para siempre su nombre y apellidos al pasar lista cada mañana.

Hasta ese momento solo estudiaban los señoritos, mientras las señoritas se entrenaban en casa para sus labores. El resto, que eran un nutrido grupo de seres sin suerte ni destino definido, eran analfabetos total y ni falta que hacía que supieran otra cosa más que contar con los dedos o ni tan siquiera eso.

Pero a nivel mundial estábamos posicionados a un nivel similar al resto de las naciones que pintaban algo en el concierto internacional. Es decir lo que se puede llamar primer mundo. ¡Ojo! Que hablo a efectos educativos y no tengo en cuenta otros aspectos económicos, sociales, etc. En temas educativos no se requería mucho nivel, teniendo en cuenta que la vieja Europa se debatía en una guerra sangrienta y allende los mares los “USA” y los “Japan” andaban también metidos en el lío. Lo que menos importaba era la formación del pueblo. Que lucharan y se mataran unos a otros y luego con los que quedaran ya se vería que hacer con ellos. Para fabricar y reconstruir un país no hacía falta ir al colegio. Cuanto más embrutecimiento y menos cerebro existiera más fuerte se cavaba con la pala y más honda se hacía la zanja.

Pero resulta que esa masa anónima y embrutecida, que se deja la vida en las fábricas y en los campos, aparta los escombros, entierra a sus muertos en los agujeros de las bombas caídas y comienza a andar hacia adelante buscando un sitio libre en el último vagón de un tren llamado futuro. Esa masa, de vencedores y vencidos, construye también colegios y los llena de infantes y adolescentes que bailan a ritmo de rock & roll los fines de semana y que avanza en pos de hacer realidad el sueño americano, el sueño alemán y se auto convencen a sí mismos que el holocausto y la bomba atómica solo fueron una pesadilla en una noche fría de lluvia y tormenta.

Y mientras en los patíos de España se alinean nuestros hermanos y primos mayores, cada mañana brazo en alto para cantar el “cara el sol”, sus contemporáneos crecen en un mundo capitalista y “libre” donde las universidades se llenan de proletarios y de nueva burguesía a partes iguales. Aprenden economía, política, ciencias e idiomas. Estas naciones abren los brazos a los “cerebritos” foráneos y en España los pocos iluminados tienen que marcharse para encontrar entornos que les estimulen intelectualmente, porque aquí se duerme hasta la burra.

En los 70 nos ganan por goleada o KO técnico. Nuestras universidades languidecen entre carreras y carreras. Pero no carreras académicas, si no carreras a golpe de porra delante de unos “grises” que intentan aplacar a una juventud que no es tonta y sabe que le están tomando el pelo, pero que desgraciadamente no recibe lo que necesita. Se desciende de categoría a pasos agigantados. Nuestro nivel se derrumba mientras crece el de los otros.

No mucho antes, en 1965, por poner un ejemplo, unos melenudos, llegaban a Madrid y a Barcelona para dar un par de conciertos a tan solo unos poquísimos miles de privilegiados, que no se dejaron intimidar por la prensa franquista y que consiguieron reunir el dinero, de las prohibitivas entradas, sacándolo incluso de debajo de las piedras, para poder ver y escuchar al grupo que cambiaría para siempre el concepto de lo que se entendía por música hasta ese momento. Aquellos afortunados presenciaron los únicos dos conciertos de los Beatles en España. Mientras, al resto de españolitos se nos ponía la piel de gallina al oír la sintonía de Eurovisión, en la TV de blanco y negro, porque nos habían lavado el cerebro, y nos creíamos el centro del universo musical con Massiel y Salomé cantando en “spanish”.

Los 80 y los 90 avanzan, y se camufla el socavón, pero ya hemos perdido un terreno insalvable, al menos para un par o tres de generaciones.

¿Y dónde está uno de los problemas principales a mi juicio?. Sencillo, en lo que acabo de comentar acerca de los Beatles y Massiel & Salomé (con el “&” sí, que hay que ser más internacionales y mirarse menos el ombligo). Hasta no hace mucho éramos totalmente proteccionistas con nuestra cultura y nuestro idioma. Pensábamos que con el sol y el flamenco íbamos a cualquier sitio y en cuanto alguien adoptaba una moda o decía una palabra extranjera era un anti-españolista, un snob y nos poníamos en guardia como si nos estuvieran robando algo. ¡A ver si nos van a robar las tradiciones y el idioma! se pensarían algunos (Posiblemente porque era lo único que nos identificaba y nos hacía diferentes. Era como nuestro escaparate. Pero claro, es que detrás no había nada más. La tienda estaba vacía y el almacén no digamos).

Resulta que nos dedicábamos a españolizar todo lo que nos llegaba para darle nuestra identidad y por culpa de cosas como esas mi vecino, ciego de nacimiento, creció pensando que Rock Hudson, Cary Grant y Errol Flynt eran un mismo actor que se cambiaba de nombre para algunas películas. A él le sonaban igual por la sencilla razón que tenían el mismo tono de voz. Pero esto no se arregló y durante muchos años siguió creyendo que a Silvester Stallone, Al Pacino, Dustin Hoffman y Robert de Niro les pasaba lo mismo. Resultaba que la reina de Inglaterra se llamaba Isabel y su hijo, el príncipe de Gales, se llamaba Carlos, aunque en el resto del mundo los conocían como Elizabeth y Charles. Pero es que hoy en día, si yo cierro los ojos, puedo escuchar como Johnny Deep, Leonardo di Caprio y Jim Carrey suenan igual y no se puede distinguir quién es quién y a los de Inglaterra les siguen cambiando el nombre y el nieto se llama Guillermo y su esposa Catalina, cuando realmente se llaman William y Katherine.

En Portugal, que está aquí al ladito, la mismísima televisión pública emite las películas en versión original con subtítulos en portugués hace muchísimos años. Resultado de esto: El porcentaje de población menor de 40 años que domina el portugués, el inglés y el español es altísimo. Pero esto es algo que otros países llevan haciendo de igual forma hace mucho tiempo. En un gran número de países, de la EU y que no lo son, uno se baja del avión y toma un taxi y es difícil toparse con un taxista que no hable inglés con soltura (como mínimo inglés).

Entonces. ¿Para qué doblar las películas?. ¿Para seguir siendo unos melones?. ¿Para qué tanto colegio bilingüe si fallamos en la base?. ¿Para qué gastar en doblajes?. ¿Por qué perdernos el matiz genuino de las voces de los actores?. 

Esto es grave. Es un problema de actitud que no de aptitud. Somos válidos pero estamos descalzos.

Nos creemos que somos mejores o en otros casos peores que el resto del planeta.

Que, como digo, con nuestro sol y flamenco podemos ir a cualquier sitio o por el contrario que mejor que ni nos quitemos la bata y el pijama y nos quedemos en casita que hacemos el “ridi”. ¿Cómo es que todos nuestros presidentes del gobierno posteriores a la transición no hablaban o hablan correctamente ningún idioma aparte del español (y alguno correctamente ni eso)?. Es vergonzoso verles cabecear delante del homónimo de turno, poniendo cara de circunstancias y repitiendo “yes, yes”. ¿Para qué dicen que sí, si no saben que les están diciendo?. “Zapatero que tienes las cejas como el logotipo de la Volkswagen”… “yes, yes”. “Rajoy que tienes los ojillos como un cordero degollado”… “yes, yes”. “Hala, ¿estáis listos para bajaros los pantalones y agacharos… que ya empezamos?”… “yes, yes”.

Eso sí, adoptamos a Santa Claus y la gente se hacina en una macrofiesta a festejar “Halloween” que es muy chic y muy “ameeeerican”, pero le damos el toque “spanish” haciéndolo en un recinto sin licencia de apertura definitivo, con más del doble del aforo permitido y con la gente entrando y saliendo, como Pedro por su casa, para hacer botellón en los aledaños. Eso sí con el inigualable toque español de la cerveza Mahou, la sidra asturiana y el whisky DYC.    

Sin comentarios.

Os reproduzco una muestra verídica para ilustrar como hemos visto “al extranjero” o como nos lo han hecho ver:

En mis tiempos de estudiante de Bachillerato (el desparecido BUP), en una clase de ética, el profesor nos pregunta a qué personaje famoso nos gustaría parecernos.

El servidor, al cual nunca le ha agradado el fútbol en demasía y que además en aquella época estaba loco por el baloncesto, da como respuesta el nombre de Michael Jordan.

Hay que tener en cuenta que esta anécdota se produjo en el año 1987 y que Michael Jordan con los Chicago Bulls no ganó su primer título de la NBA hasta 1991. 

El profesor recrimina al alumno: “¿pero ese quién es?”. Le muestro una de las decenas de fotos que llevaba pegadas en mi carpeta. “Anda si es uno que juega al baloncesto. Si es extranjero. Pero este no es famoso y además es negro”.

En España se daba prioridad a deportes nacionales (digamos el fútbol patrio), no se hablaba casi de otros deportes y menos de los que se practicaban en otros países. Hoy en día creo que difícilmente habrá personas que no hayan oído hablar de Michael Jordan.

Para aquel profesor aquello no era más que una ocurrencia de un adolescente fascinado por el deporte, por un deporte que se practicaba muy minoritariamente en España, un adolescente que llevaba la carpeta llena de fotos de ese tal Jordan y que mejor haría en leer a Hume o a Frome, en conocer la figura de Einstein, Mozart o Gandhi (entre otros), en lugar de intentar meter una bola por un aro y soñar ser un negro, en pantalón corto, jugando en USA.

Hoy en día reconozco algo de razón en la impertinencia del docente. Hay que transmitir unos valores educativos, culturales. Pero hay que analizar antes de lo que se está hablando sin defenestrar a las primeras de cambio. Yo, aún hoy, seguiría respondiendo lo mismo. Hemos venido aquí a ser felices y ¿qué mayor felicidad que hacer lo que te gusta?. En esos momentos lo que más me gustaba era jugar al “basket” y ¿qué mejor forma que hacerlo siendo el mejor y encima ganando una millonada para vivir como un maharajá el resto de tu vida?.

Queda patente la ceguera ante lo exterior que seguía habiendo en esos días. Aún quedaba lejos pensar que una persona de raza negra pudiera llegar a presidir la por aquel entonces primera potencia mundial. Y mucho menos pensar que un deportista pudiera transmitir valores más lejos del simple deporte en sí mismo y menos siendo negro.

Para mí suponía la muestra de que existía un mortal capaz de burlar las leyes de la gravedad y quedarse suspendido en el aire por unas décimas de segundo más que el resto. Un deportista que podía conseguir que Larry Bird uno de sus rivales (ganador de varios títulos de la NBA con los Boston Celtics y otra leyenda del baloncesto) dijera “Esta noche Dios se ha disfrazado de Michael Jordan” cuando "Air Jordan" les acababa de meter 62 puntos el solito en un partido de play-off. Pero sobre todo, que un jugador que era el mejor del mundo, no se conformaba con títulos personales, con ser el mejor defensor, el mejor anotador, el más completo y lo que más anhelaba era hacer campeón a su equipo. Le llevó algunos años más pero al final consiguió seis anillos de campeón de la NBA. Primaba la colectividad frente a la individualidad.

Ante todo era una imagen de que existía algo más allá de los clichés españoles que nos imponían. Que un deporte también podía ser espectáculo, que podía haber plasticidad, magia, emoción y otras tantas cosas, pero sobre todo, sobre todo que los españoles no éramos ni tan buenos ni tan malos como nos querían o nos había hecho ver. La prensa española no hablaba casi de ello pero la NBA ganaba miles de millones de dólares con sus retransmisiones y “merchandising” por todo el mundo. Estábamos muy lejos de su nivel (no éramos tan buenos, otros lo hacían mejor) pero, al mismo tiempo, otros muchos fans españoles como yo, con mejor físico y mejor técnica, crecieron a la sombra de Jordan y cuando tuvieron oportunidad de jugar al baloncesto se convirtieron en los mejores del país y emigraron para jugar en los mejores equipos de la NBA (luego, tampoco éramos tan malos).

Entonces. ¿Por qué seguimos cerrándonos a competir con el resto?. ¿Por qué no hemos aprendido de los errores pasados?. Ya no somos ni tan buenos ni tan malos. ¿Por qué nos oponemos a que nuestros hijos salten el escalón que nosotros mismos nos ponemos?. ¿Por qué no les damos las mismas oportunidades que les dan los padres de otros países?. La enseñanza en este país está de saldo… pero no solo se aprende en las escuelas. No dejemos que nuestros hijos solo sean educados por sus profesores. Su educación es responsabilidad nuestra sobre todo. Un profesor sea bueno, mediocre o malo desaparecerá de la vida de nuestro hijo aunque le habrá marcado. Ese profesor se olvidará de nuestro hijo. Pero nuestro retoño no lo hará.

¡Hagamos que nuestros hijos piensen y se cuestionen lo que la gente les diga!. Aunque sean sus profesores, aunque se lo digamos nosotros. Y no confiemos todo a la fortuna o al azar. Tomemos responsabilidad. Involucrémonos. Pidamos los mismos derechos de los que disfrutan otros niños de otras nacionalidades para nuestros hijos españoles.

Por favor,  ¡No les dejemos en fuera de juego!.

Quieren bajar el nivel de la educación porque no hay dinero. Pues bien!!!... pidamos que ahorren y que se comience a emitir películas en versión original. Es más barato subtitular que doblar… que no nos engañen. Esto es una piedra. Empecemos a construir la montaña. O al menos no engañemos a nuestros hijos y les pongamos a competir con alpargatas frente a los otros niños del mundo.

Un día, uno de nuestros hijos será el presidente del gobierno de este país y yo no quiero que asienta y diga que sí, si no sabe lo que le dicen.

Y no importa si ese niño es ahora negro, asiático, hombre, mujer, gay o lesbiana. Tan solo importará que su formación le haya calado lo suficiente para ser ampliamente mejor que los gobernantes que hemos tenido hasta ahora. Que aplique su criterio con ética y con igualdad y que velando por el bienestar de España tenga una mente global.

Patrick Geddes dijo: “Think globally, act locally” (Piensa globalmente, actúa localmente).

Demos la oportunidad de que nuestros hijos aprendan y puedan leer esto tanto en español como en inglés!!!.