Minirelato premiado con el 2º Premio del Concurso "Minirelatos por la Igualdad 2013" Ciudad de Alcobendas.
Todo empezó con el nacimiento de las gemelas. Ella se empeñó en tener niños. Yo quería esperar un poco más. Disfrutar más de la vida en pareja. Me medio convenció. Pero la verdad es que pensaba que todo tardaría mucho más. Que nos llevaría mucho más tiempo que se quedara embarazada.
Todo empezó con el nacimiento de las gemelas. Ella se empeñó en tener niños. Yo quería esperar un poco más. Disfrutar más de la vida en pareja. Me medio convenció. Pero la verdad es que pensaba que todo tardaría mucho más. Que nos llevaría mucho más tiempo que se quedara embarazada.
Dos
niñas al mismo tiempo es demasiado. O al menos eso dicen. No tengo con qué
comparar. Lo mío fue dos a la vez y a tirar para adelante. Ella se agobió
mucho. Se deprimió. Yo estuve desde el primer momento a su lado. Pero se derrumbó.
Las malditas hormonas o yo qué sé. Y ya nada fue igual. Nada. Comenzaron las
peleas. Y toda nuestra alegría se fue.
No
es fácil intentar salvar una relación entre llantos y más llantos de bebés. No
se pueden aclarar ciertas cosas mientras estás cambiando pañales y preparando
biberones. Las conversaciones se quedan a medias. Sin acabar. Sin concluir. Al
final todo suena a reproche. Y poco a
poco se va llenando el vaso. El que yo tenía enfrente estaba ya casi medio
vacío. Pedí que me lo llenaran, pero Mariví, la camarera, me dijo que ya había
bebido suficiente. Me había visto derramar mi amargura por su barra durante
toda la tarde. Tenía el alma empañada como el cristal de aquel vaso, al que la
espuma le dibujaba formas extrañas, como extraño era aquel dolor que sentía en
lo más profundo de mí.
Caprichos
de la vida, había sido en aquel bar donde nos habíamos conocido. Una amistad
común nos presentó y no pude dejar de mirarla en toda la noche. Ella no pareció
mostrar demasiado interés por mí. Bueno, sí que lo mostró, pero esa era, precisamente,
su manera de comportarse con alguien que le gustaba. Hacerse la huidiza. Vigilar
por el rabillo del ojo sin que se notase. Coquetear por aquí y por allá. Para
que yo, finalmente, acabara diciéndole que me gustaba como se movía, como se
colocaba el pelo cuando le caía hacia la cara y que, a esas alturas de la
noche, ya había hablado con todo el bar menos conmigo y sabía que lo había
hecho porque a mí me reservaba para el final, para lo mejor de la velada.
<Vamos afuera –dije- y me lo cuentas al oído, que aquí hay mucho ruido>.
Ella rió, con aquella risa que solo ella sabía poner, y se cogió de mi cintura.
<Tienes poderes adivinatorios, me tendrás que leer el futuro>. Salimos
del bar y ya no se volvió a soltar de mi cintura hasta que nacieron las gemelas
y, entonces, ese futuro se nos cayó de la cintura, como un “hula-hop” cuando
dejas de contonearte y rodea tus piernas hasta tocar el suelo.
Mariví
me dijo que ya era hora de que volviera a casa.
-
Eso ha dejado de ser una casa hace ya
tiempo - le respondí.
Ella
me agarró del brazo y me dijo que Alicia y yo éramos la pareja ideal, que todo
el barrio nos envidiaba. Que las dos éramos guapísimas. Y que no había más que
vernos para darse cuenta que estábamos echas la una para la otra.
-
Lucha por ella, Rosi. Lucha. Nadie ha
dicho que vivir en pareja sea fácil. Pero si no lo intentas, siempre te lo vas
a reprochar. Si yo hubiese luchado por Marga, quizás no hubiese vuelto con su
novio. En aquel momento pensé que para nosotras todo es diferente. Pero no.
¿Sabes?. Todo es exactamente igual. Tenemos los mismos problemas y cometemos
los mismos errores que las parejas “hetero”. Si una mujer echa a su marido de
casa, todas levantamos el puño, en nuestro interior, por la batalla ganada. Si
una mujer echa a su mujer de casa ¿Quién gana y quién pierde? ¿Por quién de
vosotras dos tendré que levantar el puño?.
No
tenía ni idea de la respuesta pero tampoco quería averiguarla. Le pedí un cigarrillo
y que me apuntara la cuenta. Me había dejado el bolso arriba, tras el portazo,
enganchado entre nuestros gritos. Salí a la calle. Tampoco tenía fuego. No era
hora de fumar. Era la hora de hablar con Alicia e intentar arreglar lo nuestro.
Si no por nosotras, sí por las gemelas. Como decía Mariví, éramos igual que el
resto de las parejas. Habría que intentar mediar, aunque solo fuera por las
niñas. Habría que esperar a que se evaporaran los efluvios de nuestras broncas
y las burbujas de nuestra nueva vida en el rol de “madres”. Y ver si la espuma
volvía a dibujar corazones en aquel vidrio mojado del vaso que era nuestra
historia de amor.
Meses
después, las cosas se enderezaron y decidimos aumentar la familia. Quedé embarazada.
Había confesado a Alicia que estaba celosa por su maternidad. De su vínculo especial
con las gemelas. Eran mis hijas, por supuesto. Uno de mis óvulos había sido
fecundado e insertado en su útero. Pero yo no las había sentido dentro de mi vientre.
Ella las había parido. Posiblemente por eso, cada vez que alguna enfermaba
buscaba refugio en ella y no en mí, su malestar solo encontraba realmente sosiego si
Alicia era quién atendía sus quejas y su necesidad de mimos. Tenía razón
Mariví. Teníamos los mismos problemas que las parejas de heterosexuales. Nuestras
peleas tenían un origen similar al del “resto” de parejas. Los hombres se
sienten internamente celosos del éxito femenino. Pero, en este caso, por
suerte, había alguna diferencia. Ambas llevábamos en nuestro vientre el milagro
de poder dar vida. Pude satisfacer mi ego y dimos un hermanito a las gemelas.
Por
cierto, yo también pasé mi depresión post-parto pero Alicia fue un encanto y
enseguida volvimos a disfrutar de nuestra vida en pareja y nuestra armonía familiar.
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Minirelato premiado con el 2º Premio Concurso "Minirelatos por la Igualdad 2013" Ciudad de Alcobendas.
Qué bonito Andrés y sorprendente. Efectivamente parece una pareja, sólo eso. Gema
ResponderEliminarSí, exacto, solo eso.
EliminarLo bonito es que nadie se de cuenta de si son mujer y hombre, hombre y hombre o mujer y mujer.
Los sentimientos, problemas, alegrías, etc. no entienden de genero y nos son comunes a todos.
Gracias por tu comentario ;-)
Andrés, enhorabuena por el premio, sin duda, muy merecido, muy buen relato. Suerte.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarSuerte para tí también.
Enhorabuena Andrés,
ResponderEliminarHas conseguido sorprenderme a la mitad de tu historia y hacerme reflexionar......
Parece mentira las veces que los prejuicios o las ideas sociales que nos han inculcado a lo largo de los años hacen mella en nuestro cerebro, porque al final nos cuesta centrarnos en la realidad, sólo somos personas!
Muchas gracias.
EliminarSí, hay que quitarse muchos estereotipos.
Si no lo has leído aún, quizás te guste echar un vistazo a mi relato "Una cita a ciegas diferente"... ya me dirás
Un saludo.