Huelgas de estudiantes y
profesores en pos de una lucha contra recortes y reformas educativas. En pos de una enseñanza de nivel. En pos de
salir del analfabetismo mundial en el que nos hallamos metidos.
Un analfabetismo mundial que tiene
su raíz décadas atrás. Puede que se diera el pistoletazo de salida allá por la
década de los 40, cuando en nuestro país nuestros padres languidecían en los
patios del colegio y era más importante saltar la comba del hambre y que no te
cogiera el “pilla-pilla” de la miseria inmiserable que se vivía por aquel
entonces que entrar al aula de la vida. En cuanto alguno se despistaba acababa arrimando
el hombro para llevar a casa un par de perras gordas, o en la mayoría de los
casos mucho menos, y se dejaba de oír para siempre su nombre y apellidos al
pasar lista cada mañana.
Hasta ese momento solo estudiaban
los señoritos, mientras las señoritas se entrenaban en casa para sus labores. El
resto, que eran un nutrido grupo de seres sin suerte ni destino definido, eran
analfabetos total y ni falta que hacía que supieran otra cosa más que contar
con los dedos o ni tan siquiera eso.
Pero a nivel mundial estábamos posicionados
a un nivel similar al resto de las naciones que pintaban algo en el concierto
internacional. Es decir lo que se puede llamar primer mundo. ¡Ojo! Que hablo a efectos educativos y no tengo en cuenta otros aspectos económicos, sociales, etc. En
temas educativos no se requería mucho nivel, teniendo en cuenta que la vieja
Europa se debatía en una guerra sangrienta y allende los mares los “USA” y
los “Japan” andaban también metidos en el lío. Lo que menos importaba era la
formación del pueblo. Que lucharan y se mataran unos a otros y luego con los
que quedaran ya se vería que hacer con ellos. Para fabricar y reconstruir un
país no hacía falta ir al colegio. Cuanto más embrutecimiento y menos cerebro
existiera más fuerte se cavaba con la pala y más honda se hacía la zanja.
Pero resulta que esa masa anónima
y embrutecida, que se deja la vida en las fábricas y en los campos, aparta los
escombros, entierra a sus muertos en los agujeros de las bombas caídas y
comienza a andar hacia adelante buscando un sitio libre en el último vagón de
un tren llamado futuro. Esa masa, de vencedores y vencidos, construye también
colegios y los llena de infantes y adolescentes que bailan a ritmo de rock
& roll los fines de semana y que avanza en pos de hacer realidad el sueño
americano, el sueño alemán y se auto convencen a sí mismos que el holocausto y la
bomba atómica solo fueron una pesadilla en una noche fría de lluvia y tormenta.
Y mientras en los patíos de España
se alinean nuestros hermanos y primos mayores, cada mañana brazo en alto para
cantar el “cara el sol”, sus contemporáneos crecen en un mundo capitalista y “libre”
donde las universidades se llenan de proletarios y de nueva burguesía a partes
iguales. Aprenden economía, política, ciencias e idiomas. Estas naciones abren
los brazos a los “cerebritos” foráneos y en España los pocos iluminados tienen
que marcharse para encontrar entornos que les estimulen intelectualmente,
porque aquí se duerme hasta la burra.
En los 70 nos ganan por goleada o
KO técnico. Nuestras universidades languidecen entre carreras y carreras. Pero
no carreras académicas, si no carreras a golpe de porra delante de unos “grises”
que intentan aplacar a una juventud que no es tonta y sabe que le están tomando
el pelo, pero que desgraciadamente no recibe lo que necesita. Se desciende
de categoría a pasos agigantados. Nuestro nivel se derrumba mientras crece el
de los otros.
No mucho antes, en 1965, por poner
un ejemplo, unos melenudos, llegaban a Madrid y a Barcelona para dar un par de
conciertos a tan solo unos poquísimos miles de privilegiados, que no se dejaron
intimidar por la prensa franquista y que consiguieron reunir el dinero, de las prohibitivas
entradas, sacándolo incluso de debajo de las piedras, para poder ver y escuchar
al grupo que cambiaría para siempre el concepto de lo que se entendía por
música hasta ese momento. Aquellos afortunados presenciaron los únicos dos conciertos
de los Beatles en España. Mientras, al resto de españolitos se nos ponía la
piel de gallina al oír la sintonía de Eurovisión, en la TV de blanco y negro, porque
nos habían lavado el cerebro, y nos creíamos el centro del universo musical con
Massiel y Salomé cantando en “spanish”.
Los 80 y los 90 avanzan, y se
camufla el socavón, pero ya hemos perdido un terreno insalvable, al menos para
un par o tres de generaciones.
¿Y dónde está uno de los
problemas principales a mi juicio?. Sencillo, en lo que acabo de comentar
acerca de los Beatles y Massiel & Salomé (con el “&” sí, que hay que
ser más internacionales y mirarse menos el ombligo). Hasta no hace mucho éramos
totalmente proteccionistas con nuestra cultura y nuestro idioma. Pensábamos que
con el sol y el flamenco íbamos a cualquier sitio y en cuanto alguien adoptaba
una moda o decía una palabra extranjera era un anti-españolista, un snob y nos poníamos en guardia como si nos estuvieran
robando algo. ¡A ver si nos van a robar las tradiciones y el idioma! se
pensarían algunos (Posiblemente porque era lo único que nos identificaba y nos
hacía diferentes. Era como nuestro escaparate. Pero claro, es que detrás no
había nada más. La tienda estaba vacía y el almacén no digamos).
Resulta que nos dedicábamos a
españolizar todo lo que nos llegaba para darle nuestra identidad y por culpa
de cosas como esas mi vecino, ciego de nacimiento, creció pensando que Rock
Hudson, Cary Grant y Errol Flynt eran un mismo actor que se cambiaba de nombre para
algunas películas. A él le sonaban igual por la sencilla razón que tenían el
mismo tono de voz. Pero esto no se arregló y durante muchos años siguió
creyendo que a Silvester Stallone, Al Pacino, Dustin Hoffman y Robert de Niro les
pasaba lo mismo. Resultaba que la reina de Inglaterra se llamaba Isabel y su
hijo, el príncipe de Gales, se llamaba Carlos, aunque en el resto del mundo
los conocían como Elizabeth y Charles. Pero es que hoy en día, si yo cierro los
ojos, puedo escuchar como Johnny Deep, Leonardo di Caprio y Jim Carrey suenan
igual y no se puede distinguir quién es quién y a los de Inglaterra les siguen
cambiando el nombre y el nieto se llama Guillermo y su esposa Catalina, cuando realmente se llaman William
y Katherine.
En Portugal, que está aquí al
ladito, la mismísima televisión pública emite las películas en versión original
con subtítulos en portugués hace muchísimos años. Resultado de esto: El
porcentaje de población menor de 40 años que domina el portugués, el inglés y
el español es altísimo. Pero esto es algo que otros países llevan haciendo de
igual forma hace mucho tiempo. En un gran número de países, de la EU y que no
lo son, uno se baja del avión y toma un taxi y es difícil toparse con un
taxista que no hable inglés con soltura (como mínimo inglés).
Entonces. ¿Para qué doblar las
películas?. ¿Para seguir siendo unos melones?. ¿Para qué tanto colegio bilingüe
si fallamos en la base?. ¿Para qué gastar en doblajes?. ¿Por qué perdernos el
matiz genuino de las voces de los actores?.
Esto es grave. Es un problema de
actitud que no de aptitud. Somos válidos pero estamos descalzos.
Nos creemos que somos mejores o
en otros casos peores que el resto del planeta.
Que, como digo, con nuestro sol y
flamenco podemos ir a cualquier sitio o por el contrario que mejor que ni nos
quitemos la bata y el pijama y nos quedemos en casita que hacemos el “ridi”.
¿Cómo es que todos nuestros presidentes del gobierno posteriores a la
transición no hablaban o hablan correctamente ningún idioma aparte del español
(y alguno correctamente ni eso)?. Es vergonzoso verles cabecear delante del
homónimo de turno, poniendo cara de circunstancias y repitiendo “yes, yes”.
¿Para qué dicen que sí, si no saben que les están diciendo?. “Zapatero que
tienes las cejas como el logotipo de la Volkswagen”… “yes, yes”. “Rajoy que
tienes los ojillos como un cordero degollado”… “yes, yes”. “Hala, ¿estáis listos
para bajaros los pantalones y agacharos… que ya empezamos?”… “yes, yes”.
Eso sí, adoptamos a Santa Claus y
la gente se hacina en una macrofiesta a festejar “Halloween” que es muy chic y
muy “ameeeerican”, pero le damos el toque “spanish” haciéndolo en un recinto
sin licencia de apertura definitivo, con más del doble del aforo permitido y
con la gente entrando y saliendo, como Pedro por su casa, para hacer botellón
en los aledaños. Eso sí con el inigualable toque español de la cerveza Mahou, la
sidra asturiana y el whisky DYC.
Sin comentarios.
Os reproduzco una muestra
verídica para ilustrar como hemos visto “al extranjero” o como nos lo han hecho
ver:
En mis tiempos de estudiante de Bachillerato
(el desparecido BUP), en una clase de ética, el profesor nos pregunta a qué
personaje famoso nos gustaría parecernos.
El servidor, al cual nunca le ha
agradado el fútbol en demasía y que además en aquella época estaba loco por el
baloncesto, da como respuesta el nombre de Michael Jordan.
Hay que tener en cuenta que esta anécdota
se produjo en el año 1987 y que Michael Jordan con los Chicago Bulls no ganó su
primer título de la NBA hasta 1991.
El profesor recrimina al alumno: “¿pero
ese quién es?”. Le muestro una de las decenas de fotos que llevaba pegadas en
mi carpeta. “Anda si es uno que juega al baloncesto. Si es extranjero. Pero este
no es famoso y además es negro”.
En España se daba prioridad a
deportes nacionales (digamos el fútbol patrio), no se hablaba casi de otros
deportes y menos de los que se practicaban en otros países. Hoy en día creo que
difícilmente habrá personas que no hayan oído hablar de Michael Jordan.
Para aquel profesor aquello no era
más que una ocurrencia de un adolescente fascinado por el deporte, por un
deporte que se practicaba muy minoritariamente en España, un adolescente que
llevaba la carpeta llena de fotos de ese tal Jordan y que mejor haría en leer a
Hume o a Frome, en conocer la figura de Einstein, Mozart o Gandhi (entre otros),
en lugar de intentar meter una bola por un aro y soñar ser un negro, en
pantalón corto, jugando en USA.
Hoy en día reconozco algo de razón
en la impertinencia del docente. Hay que transmitir unos valores educativos,
culturales. Pero hay que analizar antes de lo que se está hablando sin
defenestrar a las primeras de cambio. Yo, aún hoy, seguiría respondiendo lo
mismo. Hemos venido aquí a ser felices y ¿qué mayor felicidad que hacer lo que
te gusta?. En esos momentos lo que más me gustaba era jugar al “basket” y ¿qué
mejor forma que hacerlo siendo el mejor y encima ganando una millonada para
vivir como un maharajá el resto de tu vida?.
Queda patente la ceguera ante lo
exterior que seguía habiendo en esos días. Aún quedaba lejos pensar que una
persona de raza negra pudiera llegar a presidir la por aquel entonces primera
potencia mundial. Y mucho menos pensar que un deportista pudiera transmitir
valores más lejos del simple deporte en sí mismo y menos siendo negro.
Para mí suponía la muestra de que
existía un mortal capaz de burlar las leyes de la gravedad y quedarse
suspendido en el aire por unas décimas de segundo más que el resto. Un deportista que podía conseguir que Larry
Bird uno de sus rivales (ganador de varios títulos de la NBA con los Boston
Celtics y otra leyenda del baloncesto) dijera “Esta noche Dios se ha disfrazado
de Michael Jordan” cuando "Air Jordan" les acababa de meter 62 puntos el solito en un partido de play-off. Pero
sobre todo, que un jugador que era el mejor del mundo, no se conformaba con
títulos personales, con ser el mejor defensor, el mejor anotador, el más
completo y lo que más anhelaba era hacer campeón a su equipo. Le llevó algunos
años más pero al final consiguió seis anillos de campeón de la NBA. Primaba la
colectividad frente a la individualidad.
Ante todo era una imagen de que existía
algo más allá de los clichés españoles que nos imponían. Que un deporte también
podía ser espectáculo, que podía haber plasticidad, magia, emoción y otras
tantas cosas, pero sobre todo, sobre todo que los españoles no éramos ni tan
buenos ni tan malos como nos querían o nos había hecho ver. La prensa española
no hablaba casi de ello pero la NBA ganaba miles de millones de dólares con sus
retransmisiones y “merchandising” por todo el mundo. Estábamos muy lejos de su
nivel (no éramos tan buenos, otros lo hacían mejor) pero, al mismo tiempo,
otros muchos fans españoles como yo, con mejor físico y mejor técnica,
crecieron a la sombra de Jordan y cuando tuvieron oportunidad de jugar al
baloncesto se convirtieron en los mejores del país y emigraron para jugar en
los mejores equipos de la NBA (luego, tampoco éramos tan malos).
Entonces. ¿Por qué seguimos
cerrándonos a competir con el resto?. ¿Por qué no hemos aprendido de los errores
pasados?. Ya no somos ni tan buenos ni tan malos. ¿Por qué nos oponemos a que
nuestros hijos salten el escalón que nosotros mismos nos ponemos?. ¿Por qué no
les damos las mismas oportunidades que les dan los padres de otros países?. La
enseñanza en este país está de saldo… pero no solo se aprende en las escuelas.
No dejemos que nuestros hijos solo sean educados por sus profesores. Su
educación es responsabilidad nuestra sobre todo. Un profesor sea bueno,
mediocre o malo desaparecerá de la vida de nuestro hijo aunque le habrá
marcado. Ese profesor se olvidará de nuestro hijo. Pero nuestro retoño no lo
hará.
¡Hagamos que nuestros hijos
piensen y se cuestionen lo que la gente les diga!. Aunque sean sus profesores,
aunque se lo digamos nosotros. Y no confiemos todo a la fortuna o al azar.
Tomemos responsabilidad. Involucrémonos. Pidamos los mismos derechos de los que
disfrutan otros niños de otras nacionalidades para nuestros hijos españoles.
Por favor, ¡No les dejemos en fuera de juego!.
Quieren bajar el nivel de la
educación porque no hay dinero. Pues bien!!!... pidamos que ahorren y que se
comience a emitir películas en versión original. Es más barato subtitular que
doblar… que no nos engañen. Esto es una piedra. Empecemos a construir la montaña.
O al menos no engañemos a nuestros hijos y les pongamos a competir con
alpargatas frente a los otros niños del mundo.
Un día, uno de nuestros hijos será
el presidente del gobierno de este país y yo no quiero que asienta y diga que
sí, si no sabe lo que le dicen.
Y no importa si ese niño es ahora
negro, asiático, hombre, mujer, gay o lesbiana. Tan solo importará que su
formación le haya calado lo suficiente para ser ampliamente mejor que los
gobernantes que hemos tenido hasta ahora. Que aplique su criterio con ética y
con igualdad y que velando por el bienestar de España tenga una mente global.
Patrick Geddes dijo: “Think
globally, act locally” (Piensa globalmente, actúa localmente).
Demos la oportunidad de que nuestros
hijos aprendan y puedan leer esto tanto en español como en inglés!!!.